la suerte suprema

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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 27 de abril de 2010

COGIDAS / Por I. Ruiz Quintano

«El toro tiene que suponer siempre un peligro; sin peligro no hay arte».
Para Ortega, «el toro, técnicamente, no le debe coger nunca al torero, porque el toro siempre anuncia lo que va a hacer, y depende de que uno lo vea».
(Domingo Ortega a César G. Ruano)



IGNACIO RUIZ QUINTANO
Madrid.-Martes , 27-04-10
Las cogidas, como los goles, son siempre consecuencia de un error. Todos los toreros cometen errores, y la cosa está en que los toros sepan aprovecharlos. El toro encastado no perdona ni uno, razón por la cual el torero odia la casta. En cambio, el toro bobo, si coge, lo hace sin querer. Por eso todas las figuras se apuntan al toro bobo, que es el verdadero mal de la fiesta. El toro bobo copa las mal llamadas plazas de toros, pues deberían llamarse plazas de toreros, comenzando, hoy, por la de Madrid. El toro bobo, pero bobo de remate, da vueltas y vueltas y más vueltas sin parar; sin saber que su bobería es el sostén de ese toreo moderno que en sí mismo ya anticipa su final. El toreo del toro bobo es un espectáculo sin sentido que no hay quién lo aguante.
Los tópicos, sin embargo, alargan la agonía. Por ejemplo:
«El toro cornicorto es más certero». Pero ninguna figura exige en el contrato toros cornilargos.
En Sevilla, este año, a los Palha se los insultó... por «peligrosos». Y el triunfador de la Feria de Abril declaró que «cargar la suerte» es un concepto equivocado, ya que da lo mismo poner la pierna delante que detrás, si bien él, por el acaso, siempre la pone detrás.
¡Toros peligrosos! Aforismo conversacional de Domingo Ortega cogido por Ruano en un almuerzo: «El toro tiene que suponer siempre un peligro; sin peligro no hay arte».
Para Ortega, «el toro, técnicamente, no le debe coger nunca al torero, porque el toro siempre anuncia lo que va a hacer, y depende de que uno lo vea». ¿Cómo? El «papa negro» aconsejaba mirarles a los ojos, pero Ortega prefiere mirarles a las orejas, pues su expresión es la oreja. «De los ojos del toro no tenemos ni idea. Lo que él ve, no lo sabemos. He hablado mucho de esto con el doctor Barraquer». Ortega concluye que el toreo con atención es mucho menos peligroso de lo que parece (y le parece menos peligroso, desde luego, que escribir):
«El toreo no es peligroso. Sin atención es, en cambio, peligrosísimo».
Y Ruano remata:
«Querido Domingo, como la vida».
Que por eso El Gallo decía que en la vida todo se torea.
La cogida de Tomás al quedarse descubierto a la salida de un remate parece un error de bulto, pero es una desgracia, y las almas cursis se aprovechan de las desgracias para producir malísima literatura.
Es lo malo. Pasó con Garzón, cogido por el Supremo en un error de «gorilón», y pasa con Tomás.

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