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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 21 de agosto de 2012

Españolidad / Por I. Ruiz Quintano

Enrique Tierno
Los cursis del taurineo ponen cara de estar oliendo una bosta al oír “fiesta española”, acojonados por si eso fuera un invento de Millán Astray, y no de gente como Tierno y Bergamín en época en que los rojos no llevaban sombrero, pero sí corazoncito

Españolidad 

Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Ocho de cada diez españoles, según las últimas encuestas, se sienten orgullosos de España.

Es natural.

No es lo mismo perder el trabajo y la casa en España que… en Alemania, sin familia y sin hablar alemán.

Que viva España, pues, ahora que los cursis del taurineo ponen cara de estar oliendo una bosta al oír “fiesta española”, acojonados por si eso fuera un invento de Millán Astray, y no de gente como Tierno y Bergamín en época en que los rojos no llevaban sombrero, pero sí corazoncito, como prueba esta perla rescatada por Gregorio Luri:

–Sentimos nuestras venas inflamadas de entusiasmo por el orgullo de ser españoles.

Que eso escribió (“El orgullo de sentirnos españoles”) el comunista Jesús Hernández, pretendiente a la sucesión de José Díaz al frente del PCE.

Conflicto de españolidad en los toros, por cursis, y por zoquetes, en el fútbol.

Los españoles, por ejemplo, no pueden jugar en el Madrid, porque los vendedores triplican sus precios, si el mejor club del mundo, que es español, se interesa por ellos.

A los españoles sólo les queda jugar en el Barcelona, donde merced al birlibirloque nacionalista tienen consideración de extranjeros (“Catalonia is not Spain”), o en el Athletic, donde, merced al mismo birlibirloque nacionalista, sólo pueden ser españoles de Navarra o españoles de La Rioja, al modo como en la buena cocina regional las fabes sólo pueden ser de El Puntal, o de Fuentesauco, los garbanzos.

Cuando los españoles de Navarra o de La Rioja se hartan del entrenador argentino del Athletic buscan colocación en Alemania, y entonces los aficionados les gritan “¡Españoles!” e “¡Hijos de p…!”, pues no saben que hoy, como ayer, son españoles… los que no pueden ser otra cosa.

José Bergamín
Jesús Hernández
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