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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 23 de enero de 2013

UNA TARDE CON EL INCLUSERO / Pla Ventura




UNA TARDE CON EL INCLUSERO

Pla Ventura
Ayer tarde me cupo la fortuna de compartirla con un viejo amigo, Gregorio Tébar El Inclusero. Rememoramos aquellos años setenta y ochenta en que, él con los trebejos toreros y yo con la pluma, ambos sentíamos la felicidad por hacer aquello que amábamos y que nos proporcionaba mucha felicidad; él de forma especial en Madrid; en mi caso, junto a Juanito Bochs en la revista El Mundo de los toros de Palma de Mallorca.

El Inclusero era mi ídolo porque, a buen torero no había quién le ganara; otra cosa muy distinta serían los imponderables que le rodeaban. Gregorio Tébar era, -lo sigue siendo- la naturalidad personificada; gusto, empaque, torería, andares de torero caro, arte, sentimiento…..valores todos que adornaban la figura emblemática de tan singular diestro que, entre otros logros, supo ser torero de Madrid.

A Gregorio Tébar El Inclusero lo exiliaron de su arte los crueles empresarios que, desasistidos de la mínima inspiración al respecto del sentimiento, dejaron pasar una oportunidad de oro al no permitirle al diestro de Alicante exponer en las plazas de toros aquel torrente de sentimientos que anidaba dentro de su ser. Pese a todo, ahí están los hechos, el diestro alicantino, con todo en su contra, le sobró valor y talento para esculpir faenas de embrujo en Las Ventas de Madrid, razón por la que cada vez que este diestro llegaba a dicha plaza, el aficionado esperaba ilusionado la magia de su arte.

Ahora mismo, Gregorio Tébar El Inclusero, como quiera que fue capaz de parar el tiempo, lo que se dicen contratos quizás no lleguen nunca, pero él sigue siendo fiel a sí mismo y, a diario, en el Monte Tossal alicantino, ahí imparte sus lecciones de torería y entreno junto a distintos chavales que pretender alcanzar la gloria como toreros.
Son muchos los recuerdos que ayer pasaron por nuestra mente; su lucha en los despachos, tan fuerte como la que tuvo que combatir en los ruedos; su carácter indómito por aquello de buscar la justicia en todos los frentes le granjeó muchos enemigos; El Inclusero decía que, de su hambre sólo se reía él y, la frase, como podemos imaginar, calaba muy hondo en el sentir empresarial que, ricos todos, no podían entender que un gran artista como tal, pero sin haber tocado la gloria con sus manos, no permitió jamás que nadie le robara lo que él entendía como su sagrado pan.

No podíamos obviar, en dicha tarde irrepetible, tantos momentos bellos vividos; como su misma faceta como artista de izquierdas; sí, he dicho bien. El Inclusero era de la izquierda humana, honrada, bella, soñadora…….al más puro estilo de Ortega y Gasset, el profesor Tierno Galvañ, Alfonso Navalón, Rafael Alberti e infinidad de soñadores que, desde la izquierda creían encontrar la verdad. Luego, al paso de los años y con el ejercicio de la política, la misma, les ratificó a los soñadores nombrados aquello del eslogan de la izquierda. “Cien años de honradez”, justamente, todo el tiempo que no gobernaron, claro.

Y esa misma clase de izquierdas, como ahora sucede con la derecha, es la que desilusionaron a gentes como El Inclusero que, desde el corazón, creían que junto a la izquierda estaba la verdad y la justicia. Tanto él como yo, desde nuestras respectivas trincheras, nos hemos dado cuenta del engaño que para todos supone la política.

Es arrebatador compartir una tarde con El Inclusero, algo que ha sucedido muchas veces en mi vida y de lo que me siento muy orgulloso. Ahora, pasado el tiempo, uno puede beber en la fuente inagotable de la cultura de Gregorio Tébar, esa que se enseñó en la escuela de la vida y que en estos momentos comparte con todos los que le amamos. Pero no es solo su cultura, son sus vivencias las que me siguen llenando el alma; rememorar tantas cosas bellas, como por ejemplo, llenar la plaza de Madrid a reventar en su época de novillero; sentir que en dicha plaza y durante más de cincuenta actuaciones en Las Ventas, los olés que Inclusero concitaba todavía siguen retumbando en el corazón de cuantos le amamos.

Sus recuerdos de Perú, de Ecuador, de México, Venezuela, Colombia, tardes llenas de éxito que el propio Gregorio Tébar no ha podido olvidar puesto que, pasados los años desde distintas partes del mundo, aficionados de ilustre rango le siguen mostrando su gratitud.

Y, como no podía ser de otro modo, nos recreamos en los recuerdos más bellos, justamente, en todo lo que en aquellos años dijo la prensa de El Inclusero. Aquel Joaquín Vidal que le veneraba y del que Gregorio Tébar guarda sus crónicas más bellas. Titulares los que le dedicaba el señor Vidal que, pasados los años, ayer tarde volvimos a emocionarnos juntos; no era para menos. Que la pluma más significativa de aquellos años reparara de aquel modo con El Inclusero, la dicha no podía ser mayor.

En definitiva, creo que los años no han pasado; ayer tarde, ambos nos sentimos jóvenes por volver a vivir pasajes bellísimos de nuestras vidas que, sin duda, siguen vigentes en nuestros corazones y, lo que es mejor, ver entrenar todos los días al maestro como si tuviera veinte corridas de toros firmadas, eso rejuvenece a cualquiera.
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