la suerte suprema

la suerte suprema
Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 15 de abril de 2013

POR UNA VEZ EN LA VIDA…/ Por Antolín Castro


En el encuentro con distinto encaste, por una vez en la vida, no hubo encuentro


"...Ahora alguno se anuncia a bombo y platillo en encerronas que por lo único que pueden llamarse así es por serlo para la propia Fiesta...."

POR UNA VEZ EN LA VIDA…

Antolín Castro

Y sin que sirva de precedente. Así es la historia moderna de las figuras del toreo del siglo XXI. Lo suyo no es ni siquiera ponerse el reto de lidiar todos los encastes. Lo suyo es alejarse lo más posible de determinados encastes. ¡Qué digo! de todos menos de uno.

Las figuras de hoy se distinguen precisamente por esa condición que se imponen a sí mismos, a las empresas y a los aficionados. Se conocen el libreto de la obra, lo tienen muy bien aprendido, con ese toro criado para colmar sus capacidades artísticas, y repiten la misma obra hasta la saciedad, hasta el aburrimiento.

Pero ellos no se aburren. Se dan las circunstancias empresariales para que no se modifique el esquema actual. La crisis parece impedirles a los empresarios la suficiente imaginación, -no de hacer cosas estrambóticas- para enfrentar a los que ocupan el privilegiado lugar del escalafón con los aspirantes, de abrir los carteles en franca competencia y con todos los encastes; en resumen, de comprobar quién o quienes deben ser los que ocupen el lugar de auténticas figuras.

Unos por unas razones y otros por otras ocupan los puestos dedicados a las figuras sin haber pasado por las correspondientes oposiciones. En ninguna otra profesión se permitiría llegar a ese puesto sin haber pasado antes los correspondientes exámenes. Se especializan en un encaste y a eso, con demasiada e injusta demagogia, se le llama figura. Como si a un médico de cabecera le bastase con saber diagnosticar y recetar solo en los casos de resfriados. Para qué serviría ese médico a los que llegaran con gripe, sinusitis o diarrea?

Ahora alguno se anuncia a bombo y platillo en encerronas que por lo único que pueden llamarse así es por serlo para la propia Fiesta. Una encerrona es el seguir con los resfriados cuando existen otros males y otros encastes. Eso sí, en un gesto considerado extraordinario, el ya citado médico que cura los males de los que solo tienen resfriados, ha citado a su consulta un mal, un encaste, nuevo: el llamado de Victorino Martín. El resultado ya lo sabemos todos, no dio con el diagnóstico adecuado y el virus sigue vigente. Un caso de falta de estudio, de esfuerzo, de falta de compromiso, de penosa comodidad.

Nadie a este torero alicantino, ejemplo de lo que es una figura actual, le ha dicho que no se puede ser eso, figura, matando solamente toros de Garcigrande y J.P. Domecq. Y que si así le llaman es por cortesía o excesiva benevolencia de seguidores de una sola causa, la del mal del resfriado, que él cura con tanta facilidad. Nadie concedería título ni confianza a médico tan poco ducho, de tan poco recorrido, por famoso que se haya hecho con sus brebajes para el resfriado.

De lo que pasó en la encerrona con los toros aptos para curar el resfriado, digamos que no es de mucha importancia, que es lo de menos, pues de resfriado no curado no se hubiera muerto nadie, la fiesta tampoco. Los miles de aficionados que asistieron a esa consulta tuvieron que conformarse con el uso del pañuelo, durante los cinco primeros toros, para lo que se inventó, para asistir los resfriados, mayormente los de nariz. Solo en el último minuto, con uno de la casa Domecq, lo usaron para homenajear al médico.

La tarde quedó, en sus dos últimos toros, en una tarde cualquiera con un lote de Juan Pedro Domecq. En eso quedó la encerrona… en una tarde de las más habituales y normales en su carrera. Más de lo mismo.

Por una vez en la vida… y sin que sirva de precedente, una figura se atreve a torear un toro de procedencia distinta a la habitual. No parece que se pueda repetir, máxime si tenemos en cuenta que nadie se lo exige ni le obliga a ello y que, para disfrute general, le valió el toro de siempre. Por todo eso, la Fiesta sigue padeciendo sus distintos males.

Por una vez en la vida… y sin que sirva de precedente, hemos omitido el nombre del doctor que durante toda una tarde esperó su oportunidad para curar un solo resfriado. La Fiesta necesita otro tipo de doctores, que los hay, y es necesario curarla de todos sus males cuanto antes.
***

No hay comentarios:

Publicar un comentario