la suerte suprema

la suerte suprema
Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 27 de octubre de 2014

Enseñar a ser críticos: ¿quien enseñó a los que enseñan? / por J. A. del Moral



"...Si por un casual, muchos de estos atrevidos profesores tuvieran que pasar por un examen formado por buenos profesionales del toreo para poder ocupar una tribuna, no aprobaban ni un 5 por ciento de los que se presentaran..."

Enseñar a ser críticos: ¿quien enseñó a los que enseñan?

Desde hace algunos años, se organizan cursos para formar a futuros críticos taurinos. Los hubo y los hay que, viendo quienes los dirigen, dan ganas de echarse a llorar. Yo conozco a varios de estos profesores y he podido constatar en muchas ocasiones que, de toros y de toreo, no tienen la menor idea y, que en los medios que ejercen, solamente usan tópicos y cometen continuos errores y equivocaciones. Además, los hay tan atrevidos, que ni siquiera les gustan los toros. Se vieron o se ven metidos a críticos por pura casualidad y utilizan sus tribunas para medrar cuando no para buscar ganancias de dudosa legitimidad cuando no de puro y duro trinque.

Esta es una de las razones del bajísimo nivel de gran parte de la nueva critica y, por consiguiente, de la pésima formación de los aficionados advenedizos de cualquier edad y, sobre todo, de los jóvenes que arriban a las plazas por primera vez en sus vidas.

¿Quienes enseñaron, quienes enseñan a estos enseñadores que surgen como setas?

Si por un casual, muchos de estos atrevidos profesores tuvieran que pasar por un examen formado por buenos profesionales del toreo para poder ocupar una tribuna, no aprobaban ni un 5 por ciento de los que se presentaran.

Y así está la cosa, esta es la situación que estamos padeciendo. Una vergüenza que toleran y quizá hasta fomentan los taurinos porque siempre prefirieron criticas indocumentadas por graves y maliciosas que sean por aquello de que es mejor que quienes critican no sepan que sepan de lo que hablan o escriben. Se les suele oír entre risas “mira lo que dice este desgraciado”, “me importa un bledo lo que diga fulanito de mí porque de esto no tiene ni idea”…

Lo que más temen los malos toreros y hasta algunos que se tienen por buenos, es que quien les critique sepan tanto o más que ellos.


4 comentarios:

  1. k razon tiene ahora todo el mundo entiende y sabe mas k nadie saludos ..

    ResponderEliminar
  2. Esto de ser crítico y sobre todo de toros nadie tiene que enseñar a nadie porque el más tonto ya nace enseñado.

    El periodismo tiene que ser vocacional en cualquiera de la especialidad que elijas, lo que ocurre en algunos casos es que lo vocacional se convierte en “interés personal” que normalmente lleva consigo lo económico. Y esto en la crítica taurina ha sido el pan nuestro de cada día.

    Los que estamos metidos en años, recordamos uno de los brindis más polémicos de la historia de la Tauromaquia tuvo que ver con uno de los principales males endémicos del periodismo taurino, posiblemente, el más importante: “el sobre”. Ya saben, la cantidad de dinero que el torero, supuestamente, daba al periodista o cronista de un determinado medio para que éste destacase lo bien que había estado el matador en la crónica que tenía que hacer, independientemente de que así fuera o no. Tomó ese nombre porque la cuantía era entregada dentro de un sobre.

    El brindis en cuestión lo realizó Jaime Ostos, y dio muchísimo que hablar a finales de los años sesenta. Brindó el toro a Manuel Lozano Sevilla, -taquígrafo de Francisco Franco, cronista y director de varias revistas taurinas de la época-, en el transcurso de una corrida televisada en Marbella. Al parecer, Lozano Sevilla era hombre del régimen y campaba a sus anchas en el mundo del periodismo taurino. Con todo lo que ello significa.

    El torero de Écija le puso verde en el brindis y le acusó directamente, sin tapujos y ante toda España, de “sobre-cogedor” (o lo que es lo mismo, proclive a practicar la dudosa práctica del sobre, valga la redundancia). A partir de ese momento, el taquígrafo de Franco dejó de trabajar en los medios y fue despedido como represalia ante tal desmán.

    Una tarde en la plaza de Marbella donde se televisaba una corrida en directo por la única televisión que funcionaba aquellos años, fue el ya mencionado Jaime Ostos el que se atrevió a terminar con el intocable corrupto de una vez por todas. Se acercó a la barrera bajo tarima en donde se situaban las cámaras y el comentarista y cuando Lozano Sevilla vio que se dirigía a él, se levantó quedando espantado y sin osar apostillar nada a las siguientes palabras del ecijano: “Tengo el gusto de brindar la muerte de este toro a don Manuel Lozano Sevilla – primer plano de Ostos y sonido a tope en las pantallas de miles de televidentes – que es el trincón más grande y más sinvergüenza que hubo jamás en la crítica taurina”.

    Muchos años después, en una entrevista, Jaime Ostos explicaba el por qué de este polémico brindis de la siguiente manera:
    “A Lozano Sevilla le pagábamos los toreros del momento dos millones de pesetas por temporada, para que nos pusieran bien. Pero por lo visto al señor le parecía poco y un día apareció el niño, su hijo, que era un chico muy guapo que se pasaba las horas muertas jugando en el casino, y me dijo que su padre quería más dinero. Bueno, dije, a la vuelta de América hablamos. Pero mira por donde a mi regreso me entero de que la información que había dado de mi temporada americana nada tenía que ver con lo sucedido. A veces incluso ni me nombraba después de cortar las orejas. Así que le hice saber que ni un duro más. Y empezó a darme leña. Esa tarde de la que hablamos, aprovechando que estaban las cámaras de TVE, le dije que si quería dinero de los toreros se pusiera el vestido de torear y que dejara de robarnos. ¡Nos exigía cuatro millones a los de primera fila! Franco lo apartó de inmediato. Lozano Sevilla me puso una querella pero como tenía pruebas gané el juicio”.

    Yo creo que mejor que enseñar a ser críticos, habría que enseñar a ser horrados. ¿Pero se estaría de acuerdo en aprender eso?.

    Eduardo Suárez

    ResponderEliminar
  3. El mayor factor de desinformación taurina y de deformación del gusto es la TV. La cosa empezó con Lozano Sevilla, pero su nefasta influencia llega hasta nuestros días. Las mentiras dichas en la/las televisión/es han formado a una generación o dos de aficionados que tienen en su haber más retransmisiones televisivas, adobadas con el insufrible berreo de los comentaristas, que asistencias a la Plaza de Toros, que es donde se forma y se educa el gusto de verdad a base de contrastar opiniones con otros aficionados y de aprender de quien sabe. Así fue siempre, hasta que llegó la TV.

    Como aficionado con criterio formado que soy, me niego a hablar de críticos. Reconozco que hace muchísimos años me fueron útiles, pero que hoy día ya no me sirven de nada. Diré, no obstante, que creo que estamos viviendo el peor momento de la Historia en cuanto a la crítica taurina.

    Damián Flores.

    ResponderEliminar
  4. Lo que creo que deberían hacer las Escuelas de Tauromaquia es organizar una serie de novilladas sin picadores en su demarcaciones y, utilizando megafonía, los instructores explicaran la ejecución de las distintas suertes de los tres tercios, mostrando a toreros y público si lo que se ha hecho está bien o es mejorable, incluso aconsejando qué se debería hacer en algunos casos (los distintos modos de parear, los pases o lances más adecuados, si se carga o no la suerte, las distancias y terrenos, etc.). Eso foguearía a los alumnos aventajados e ilustraría adecuadamente al público asistente, dejando de ser el conocimiento del buen toreo un asunto más o menos esotérico.
    José Aledón

    ResponderEliminar