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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

viernes, 24 de octubre de 2014

Francia nos sigue dando lecciones / por Carlos Bueno



Que se tenga en cuenta la voluntad de los aficionados en la elaboración de los carteles es cuestión de lógica, como lo es proteger un espectáculo declarado Patrimonio Cultural y sancionar a quienes actúan en su contra fuera de la ley. 

Francia nos sigue dando lecciones 


Carlos Bueno
En España, la mal llamada Fiesta Nacional sigue teniendo que aprender de otras latitudes. Mal llamada porque no es propiedad española ni exclusiva de este supuesto país. Los toros son patrimonio internacional y gustan a personas de los orígenes más variopintos y exóticos. Además, después de haberse organizado corridas en multitud de naciones a lo largo de la historia, en la actualidad siguen celebrándose en Portugal, Méjico, Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú y Francia. Y precisamente de Francia tenemos que copiar varias fórmulas que tan buen resultado están dando. Leyes y formas de trabajar cuya consecuencia es, por un lado la defensa real de la tauromaquia, y por otro la implicación del aficionado en el intríngulis de contrataciones. 

En general los empresarios franceses están obligados a cocinar sus carteles atendiendo a los gustos e indicaciones de las comisiones taurinas de cada ciudad. Los aficionados que integran esas comisiones tienen claro a quién quieren ver y a quién no. Los que dan la cara, los que realmente tienen interés se anuncian y vuelven. No valen cambios de cromos ni favores empresariales. Las ganaderías fraudulentas son apartadas por un tiempo. Nadie puede interceder por ellas. El resultado es de lo más positivo. Los aficionados, tal cual ocurre con la fiesta dels “Bous al Carrer”, son partícipes de la elaboración de las ferias, se sienten escuchados y respaldados. Inexorablemente las combinaciones acaban siendo de su gusto y en consecuencia el público responde en taquillas.

En el apartado legislativo Francia nos ganó la mano declarando la tauromaquia Patrimonio Cultural Inmaterial hace más de tres años, y también tuvo mayor visión que España cuando redactó una ley que impide a los manifestantes antitaurinos acercarse a una plaza de toros a menos de 500 metros de distancia. Y recientemente nos ha vuelto a dar una lección al condenar con fuertes multas económicas a los radicales que protagonizaron actos violetos en Rion-des-Landes, los mismos que pueden sufrir más denuncias si se aplica la jurisprudencia en los juzgados de otros lugares donde también actuaron de forma ilegal.

Al fin y al cabo se trata de imponer la lógica. Es lógico que el cliente quiera sentirse atendido; es lógico que un espectáculo legal, democrático y secundado por la mayoría sea defendido por quienes nos representan; y es lógico que quien la haga la pague, quien la haga fuera de la ley, de forma irreverente, faltando al respeto y a las libertades. Sí, es cuestión de lógica. ¿Para cuándo imperará la lógica también en España, cuna del toreo?

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