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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 16 de febrero de 2015

Pitos y aplausos / por Ignacio Ruiz Quintano




"...El sábado volvió la movida plebiscitaria en torno al ídolo del Manzanares (¡Íker!, ¡Íker!, ¡Íker!), Casillas, defendido por los piperos, que tapan los pitos de los hartos con aplausos no de Fradejas, sino de Pablo Iglesias, que son aplausos de bebé, un aplaudirse a sí mismos con las manitas levantadas, no a la altura de la cintura, que es lo flamenco, sino de la frente.."

Pitos y aplausos


Abc
Pitos y aplausos en el Bernabéu, cuyo público padece el mismo síndrome que el de Las Ventas: cree que, ahora que ya no hay clases, la clase la da el asiento. Y pita. O aplaude.

El sábado volvió la movida plebiscitaria en torno al ídolo del Manzanares (¡Íker!, ¡Íker!, ¡Íker!), Casillas, defendido por los piperos, que tapan los pitos de los hartos con aplausos no de Fradejas, sino de Pablo Iglesias, que son aplausos de bebé, un aplaudirse a sí mismos con las manitas levantadas, no a la altura de la cintura, que es lo flamenco, sino de la frente, con Casillas metido en su área chica, vestido de butano San Valentín, refunfuñando y deshojando en cada córner la margarita del me quieren o no me quieren, y los realizadores haciendo lo que pueden para vender este espectáculo a los chinos.

El otro día, en el Chelsea, y contra el Evertom, jugó Cech por Courtois. En un momento dado, el checo hizo una parada imposible, y el realizador se fue al banquillo en busca del belga, que ahí estaba, el hombre, con su magnífica e imperturbable cara de Blas (el amigo de Epi).

Los realizadores no saben que los chinos (el público al que quieren captar) pasan de este juego de personalidades, pues para ellos no hay otra personalidad que la de Mao, y porque Chiang Ching, su viuda, tiraba con bala.

La diferencia es que, mientras en Inglaterra los realizadores subrayan los aciertos del titular con planos del suplente, en España subrayan con planos del suplente los fallos o las dudas del titular.
Ausente Diego López, despedido por el administrador de egos, que no quería un ego más alto que otro, los realizadores españoles recurren para sacudirse el muermo a los planos de Ancelotti, que en la banda tiene pinta de señor que va a hacer el saque de honor y no le dejan.

–¿Y quién es ese señor del traje que está en la banda? –preguntan en el Bernabéu los niños japoneses a sus padres. 

–Ser el señor del saque de honor, pequeño Toshiro –les tranquilizan sus padres.

Descalabrado por Simeone, enfrentaba el Madrid al Deportivo de Isaac Cuenca, aquel canterano metrosexual de Guardiola (“Cuenca no gustará a las chicas, pero en su sitio lo hace que te cagas”), y Manuel Pablo, un doctor Bacterio cuarentón que Del Bosque quiso fichar (¡Flavio y Manuel Pablo!) primero que a Zidane, para el que no veía sitio en su Real.

Entre pitos y flautas (los pitos del Manzanares, que todavía nos zumban los oídos, y las flautas de los cumpleaños de Sara y Ronaldo), ¿qué mejor plan para preparar los octavos europeos contra el Schalke que un equipo de Víctor Fernández?

Todo indica que el chivo expiatorio del repaso de Simeone en el derby será Khedira, a lo mejor por meter la mano que salvó el 3-0, “robándole” la parada de la tarde a Casillas, que hace años que tiene pillado el escorzo del portero del futbolín, y ahí lo deja.

A Alemania, pues, que vamos, y más chulos que Varoufakis, por ver de hacerle al Schalke una quita que condene a retórica el partido de vuelta en el Bernabéu, donde los piperos seguirán soltándose el pelo con el fútbol como a la coxcojita de Isco, flor del piperío.

Hubo una época en que al público de Las Ventas le dio por adorar a Pepín Jiménez.



AY, HAZARD
Hazard renovó con el Chelsea, y en mi imaginación eso lo aleja del Madrid, su club natural, donde, ausente James, no encuentro a quién adorar. En el olimpo del fútbol, la divinidad se alcanza por razones que a la razón se le escapan: yo tengo por diosecillos a James por el áspid de su pierna izquierda y a Hazard por su astucia creativa. Como Bernhard dice de Rimbaud, es casto y animal a un tiempo, y de él surgen las jugadas más bellas y sensibles. ¡Un Shakespeare niño! Y con el don, ay, de la elegancia masculina. “Yo, aunque me ponga el traje que me ponga, estaré siempre más severo que usted –le decía en París a un inglés el pintor gitano Fabián de Castro–; y si me visto todo de encarnado, doy miedo.”

Salamanca

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