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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 18 de marzo de 2015

La misa no el cura / Por Jorge Arturo Díaz Reyes


"Velador" de Miura. 4º en Las Ventas el 8 de mayo de 2014 y ovacionado. Foto: www.las-ventas.com


"...La suerte está echada. La temporada en rumbo. Lo que venga, ferias, toros, toreros, dóndes, cuándos, cómos harán solo variaciones al tema. ¿Y cuál es el tema? El tema es el mercado..."

La misa no el cura

Terminó Castellón, comenzó Valencia, y ya colgaron carteles las dos plazas pontificias, las que dictan. Sevilla para todo el año. Madrid, "Comunidad" y "San Isidro" con sus fuera de abono y preámbulos domingueros.

La suerte está echada. La temporada en rumbo. Lo que venga, ferias, toros, toreros, dóndes, cuándos, cómos harán solo variaciones al tema. ¿Y cuál es el tema? El tema es el mercado.

Sonará rudo, perdón, pero así es. Para bien o para mal, hoy la fiesta es un negocio, gestionado por empresas que la hacen posible y también imposible. Un sistema cuya fuerza de gravedad es la ganancia y en el cual, dijo Manolo Chopera una vez en Viña P, siempre alguien anda tras el dinero de alguien. Así son las cosas. No es culpa ni mérito de nadie. La sociedad ha devenido en ello. Íntegra.

El viejo rito, entró al show bussines. Nuestro “anacrónico mundo del toro” se ha modernizado. Y ahora en él, como en todas las áreas del interés humano, campean el marketing, la propaganda, la oferta y la demanda con sus mediáticas posturas, idolatrías y cotizaciones. No nos engañemos.

Este año, de nuevo los anuncios han abierto el debate. También parte del paseo, pues convoca el interés e impulsa la venta. Entre más intenso mejor. Qué sí, qué no, qué cómo así, qué quién faltó. Pero es debate supino. Ya se sabe. Son las diez marcas de consumo masivo que con su monoencaste alternan entre sí, en las fechas de prelación, ponen y quitan el "No hay billetes", y al resto lo que se pueda.

Sin embargo, de pronto, como en Las Ventas el año pasado, por encima del tropel publicitario, salta un adolfo y desentraña lo auténtico, dos cinqueños encharcan el ruedo con sangre de tres modestos, y los victorinos y los miuras, invictos y ovacionados, reivindican la fuerza de la naturaleza ahogando los gemidos de la claque melindrosa.

Entonces, la fiesta vuelve a su hondo significado, a su eterna y dura verdad. La que bajo el ornato ha soportado por siglos, toda la estructura. Y el devoto intuye que lo esencial es la misa no el cura, y siente que aún hay salvación.

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