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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 13 de julio de 2017

8ª de San Fermín en Pamplona. La arbitraria concesión de orejas igualó lo vulgar con lo perfecto y, en tal dislate, Ginés Marín marcó la diferencia / por J.A. del Moral.



El extremeño fue el más legítimo triunfador de la tarde. Cortó dos orejas del sexto toro y pudo cortar otras dos del tercero si no hubiera fallado con la espada. Salvo el cuarto y en menor medida el blando quinto, la desigualmente presentada corrida de Victoriano del Río dio un juego excelente para el toreo. Tanto Sebastián Castella como López Simón no estuvieron a la altura de sus mejores toros. El francés cortó la oreja del primero que fue de dos y fracasó con el cuarto que empeoró por su torpe planteamiento de faena. A López Simón le regalaron la oreja del segundo toro a cuenta de la cogida que sufrió al entrar a matar, como también la del quinto tras una vulgar faena y una estocada baja. Esta desigual manera de premiar con iguales trofeos lo bueno y lo mediocre o vulgar, desacreditó la categoría de la plaza. El único que se ganó salir a hombros fue Ginés Marín. La de López Simón fue un escarnio.


La arbitraria concesión de orejas igualó lo vulgar con lo perfecto y, en tal dislate, Ginés Marín marcó la diferencia.
  • Ginés Marín sustituirá hoy al herido Andrés Roca Rey. Hay quienes están celebrando el cambio.

Plaza de toros de Pamplona. Miércoles 12 de julio de 2017. Octava de feria. Tarde calurosa con casi lleno.
Seis toros de Victoriano del Río, cuarto y sexto con el hierro de Cortés. Bien aunque desigualmente presentados por su disparidad de cabezas porque los hubo bonitos, feos y destartalados. Los seis casi cinqueños. Salvo el cuarto y en menor medida el quinto, dieron juego excelente y distintos grados de fuerza. El de más clase fue el sexto.
Sebastián Castella (celeste y oro): Estocada trasera caída, oreja. Dos pinchazos, un tercero hondo tendido trasero y cuatro descabellos, dos avisos y silencio por ser el toro de la merienda porque mereció pitos.
López Simón (marino y oro): Estocada a la trágala sufriendo un serio revolcón con puntazo en el glúteo, oreja de circunstancias. Estocada baja, oreja de regalo. Salió a hombros sin merecerlo.
Ginés Marín (corinto y oro): Dos pinchazos y un tercero hondo, vuelta al ruedo. Estocada, dos orejas. Salió a hombros.
En banderillas destacaron Rafael Viotti, Fini y Carretero que también brilló en la brega.

La enorme diferencia entre lo que llevó a cabo el joven extremeño Ginés Marín y el madrileño López Simón – ambos inexplicablemente a hombros – e incluso con la justitamente premiada oreja de Sebastián Castella del estupendo toro que abrió plaza, de ninguna manera puede explicar con justicia los resultados de esta corrida celebrada con pareja algarabía. Tanto la mayoría del público asistente como, sobre todo, el palco presidencial que ayer ocupó una mujer como presidente, se equivocaron de medio a medio. Ya sabemos con no todos los munícipes que van ocupando la presidencia en los festejos sanfermineros, son buenos y entendidos aficionados. Pero para algo deberían valer los asesores que ayer también quedaron en ridículo al convertir la plaza de Pamplona en una de pueblo. Algo habría que hacer para que estos dislates no vuelvan a producirse aunque mucho me temo que nadie pondrá remedio.


Yendo por orden, empiezo con Sebastián Castella que ayer dio una de tibia cal y otra de funesta arena. A su labor capotera y muletera con el toro que abrió plaza la podemos calificar de correcta sin mayores aditamentos positivos. Pase pues la oreja que cortó Sebastián aunque el toro fue de dos. Lo digo algo apenado porque Castella lleva ya bastante tiempo cuajando muy buenas faenas y la de ayer con este toro no lo fue tanto. Pero lo que a estas alturas de la ya muy larga carrera del diestro francés, no comprendo su equivocado planteamiento de faena al muy mediocre cuarto que fue empeorando hasta llegar a imposible, estando a muy poco tiempo para que se lo hubieran echado a los corrales tras sonar los tres avisos. El caso fue que Castella brindó la faena al público y, acto seguido, empezó la faena agarrado a las tablas, obligando a que el animal se descompusiera en tamaño desatino. Bien pudo comprobarlo Sebastián cuando lo abrió al tercio y el burel ya había dejado de embestir mínimamente bien como lo habría hecho si Castella hubiera empezado con tanteos suaves y templados a media altura. Por el contrario, el animal fue empeorando a medida de que el trasteo fue avanzando sin orden ni concierto en una labor crecidamente torpe, desde luego impropia de alguien que lleva tantos años ocupando sitio en la primera fila del toreo. Pudo pagarlo muy caro porque el tiempo pasó y hasta estuvo a punto de escuchar los tres avisos.


Para entonces, ya había sido obsequiado López Simón con la oreja del bravo segundo toro que tuvo un pitón derecho para cantarlo en latín. La consiguió por la emoción que provocó la cogida que sufrió al entrarlo a matar de la que se libró por puro milagro. Nada de lo que había hecho antes con la muleta pasó de lo meramente vulgar. El mismo regalito volvió a las manos de López Simón tras matar de estocada muy caída al blando aunque manejable quinto que no tuvo la clase de su anterior oponente. Pero tanto al público como a la presidencia les dio igual ocho que ochenta. Increíblemente, también López Simón empezó su segunda faena agarrado a las tablas, tal cual había hecho antes Castella con funestos resultados. Nos dio la impresión por ello que a López Simón no le funcionó la cabeza, víctima de una imitación sin sentido e inexplicable. Las desarboladas maneras con que toreó sobre ambas manos y lo muy caído del espadazo con que mató nunca debieron dar lugar a ser premiadas. Pero el de Barajas paseó el despojo con inapropiado entusiasmo a sabiendas de que se había ganado salir a hombros de la plaza. Mayúsculo petardo de todos.



La doble actuación de Ginés Marín, realmente magnificas sus dos faenas por su fondo y por sus naturalísimas e inspiradas formas que englobaron un clasicismo tan fácil como elegante y enjundioso marcaron una abismal diferencia con lo hecho por sus compañeros de terna. Fue una pena que fallara con la espada al matar el tercer toro perdiendo dos orejas aunque fue compensado con una vuelta al ruedo que dio con mucha fuerza. Pero las ganó en estricta justicia y por fin remediadas las clamorosas equivocaciones del público y del palco. La mejor consecuencia de ello es que Ginés Marín sustituirá hoy al herido Andrés Roca Rey. Hay quienes están celebrando el cambio.


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