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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

sábado, 13 de enero de 2018

Así en el blanco como en el negro / por Paco Delgado


Si los directivos del Real Madrid (el Irreal Madrid, como bien le llamase Valerio Lazarov hace casi medio siglo) siguen haciendo el don Tancredo (otra afinidad más) y confían en que los goles acabarán llegando (a la portería contraría), los dirigentes de la cosa taurina tampoco son capaces de tomar cartas en el asunto y tratar de revertir la situación. 

Así en el blanco como en el negro

De las muchas pasiones que tengo y disfruto (aunque a veces alguna me ocasione también disgustos no pequeños), los toros y el fútbol son de las principales. No es raro ni tampoco son dos disciplinas incompatibles ni excluyentes. Es más, en ocasiones tienen hasta muchos puntos en común.

Por ejemplo. Todos estamos de acuerdo en el extraordinario potencial que posee el equipo de balompié del Real Madrid (el equipo que desde que fui capaz de fijar la vista es el mío) y que, sin embargo, anda ahora muy lejos de demostrar que pueda estar entre los mejores al final de la temporada. Cierto es que hasta ahora ha ganado las tres competiciones a las que ya se ha dado final en este curso 2017-18, pero no lo es menos que su nivel de juego deja mucho que desear. Sin esquema definido sobre el césped, sin táctica, con frecuentes y alarmantes pérdidas de concentración, con jugadores que parece que no vaya con ellos la cosa, sin plan B, sin poder de reacción, con un entrenador que debe ser una gran persona y al que quieren los jugadores pero cuya estrategia es nula y mayor su falta de capacidad para enmendar situaciones complicadas, siendo el desbarajuste entre líneas mucho más frecuente de lo deseado. Con un equipo titular ya muy maduro, bajo de forma en general, especialmente sus grandes estrellas, y sin banquillo de garantías… vaya panorama…

Pues bien, ahí sigue, entre los mejores de la liga española, a la espera del ahora mismo más rutilante equipo del mundo en los octavos de final de la Copa de Europa y en cuartos de la Copa del Rey. Y con millones de seguidores en todo el mundo dispuestos a ponernos la camiseta blanca cada vez que juega con la misma ilusión (o puede que más) que lo pueda hacer quien tenga la obligación real de defender nuestros colores.

Algo parecido pasa con la fiesta de los toros. Un espectáculo extraordinario, excepcional, brillante, vistoso, con múltiples facetas y lecturas, de un colorido único y de un contenido sin parangón. La última gran celebración que le queda a la Humanidad, dijo Cela de las corridas de toros. El segundo en número de espectadores en España. Y que, no obstante, pasa por un momento bastante delicado, con buena parte del espectro político en contra (y el resto sin hacer ni caso, como siempre), despreciado por la prensa generalista, vetado por la televisión y sin apenas espacio en la radio, con plazas cerradas y ferias que desaparecen… y sin que nadie se de cuenta, o quiera darse por aludido, que sin la unión de todos los sectores es muy difícil salir adelante.

Si los directivos del Real Madrid (el Irreal Madrid, como bien le llamase Valerio Lazarov hace casi medio siglo) siguen haciendo el don Tancredo (otra afinidad más) y confían en que los goles acabarán llegando (a la portería contraría), los dirigentes de la cosa taurina tampoco son capaces de tomar cartas en el asunto y tratar de revertir la situación. Tal es su fuerza y tan profundo su arraigo en nuestra sociedad que creen que no hacen falta esfuerzos suplementarios para enderezar una situación que, piensan, se arreglará por sí sola, como ha venido sucediendo desde que el mundo es mundo y que la aparición de una figura que arrastre a las masas a las plazas será la panacea.

Algunos me dicen que parece mentira que sea madridista, a la vista de mis críticas. Pero precisamente por ello, por serlo tanto, quisiera que se corrigiese todo lo que de negativo veo. Y exactamente igual me pasa con los toros. Me gustaría que se modificasen muchas conductas, que hubiese más afición y más sentido común, que se pensase más en el público, que se erradicasen prácticas que se han revelado nefastas y que se mirase hacia adelante con ilusión, buena fe y sin hacer ascos a un trabajo arduo y duro. Y no por ello creo que sea destructivo. Al contrario.

Son mis deseos cuando arranca un año nuevo.

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